La primera vez que la humanidad se paralizó frente al inminente inicio de una Tercera Guerra Mundial fue en 1962 y Fidel Castro resultó el principal responsable. El episodio, que quedaría plasmado en los libros de historia como “La Crisis de los Misiles”, tuvo lugar en una Cuba ya controlada por el dirigente marxista. En plena Guerra Fría, Castro permitió a la URSS que instalara misiles en la isla para apuntar de cerca a los Estados Unidos. Como consecuencia de ello, el globo sintió que estaba al borde de un enfrentamiento nuclear entre las dos superpotencias políticas de aquella época.
Esa maniobra permite retratar de pies a cabeza a un líder al que varios historiadores definieron como astuto, estratega, ególatra y con un indiscutible poder de convencimiento. Todos atributos que lo condujeron a convertirse en el dirigente de la era moderna que más tiempo estuvo en el poder: 49 años desde 1959 hasta 2008 (retiro oficial).
La llegada de Castro al gobierno después de que su ejército derrocara al dictador Fulgencio Batista marcó el inicio de una nueva etapa para los cubanos. Medio siglo después, hay quienes celebran esos cambios y quienes cuestionan el régimen. En la tarea de analizar esa transformación se encuentra el reconocido periodista Jon Lee Anderson, biógrafo de Ernesto “Che” Guevara, quien trabaja en otro ensayo sobre Fidel Castro y elaboró un perfil del líder de la revolución cubana que publicó la BBC.
“La ‘cubanía’, como la mayoría de los nacionalismos, es un saco en el que caben muchos conceptos, pero en esencia tiene que ver con ser ingenioso, astuto y valiente, cualidades de las Castro era un ejemplo viviente. En un país donde ‘vivir del cuento’ es una máxima, Fidel Castro era el cuentista por antonomasia, el más hábil de todos. Durante los años en los que gobernó, los cubanos convirtieron en un pasatiempo nacional el intercambiar historias sobre sus proezas”, escribió el periodista estadounidense. Y relató una anécdota propia: “a mediados de los 90, un amigo me señaló los automóviles Fiat de la década del 70 que aún circulaban por las calles de La Habana. Dándose palmadas de gozo en las rodillas, me contó cómo miles de esos vehículos, recién fabricados en Argentina, habían sido enviados a Cuba a cambio de un pagaré firmado por Castro. ‘¿Te imaginas?’, me preguntaba mientras reía al borde de las lágrimas. ‘¡Le tomaron la palabra!’. Por supuesto, los autos nunca fueron pagados, pero gracias a Fidel miles de cubanos disfrutaron de ellos durante años”.
Aciertos y errores
En cuanto llegó al poder, Castro aseguró públicamente que su revolución era “humanista”. Sin embargo, dos años después afirmó que tendría un carácter socialista. “La astucia y el engaño, como Maquiavelo famosamente escribió, son esenciales para el ejercicio del poder y quizás en Castro, más que en cualquier otro gobernante de su tiempo, esos rasgos eran como una marca registrada”, sostuvo Jon Lee Anderson.
Archibald Ritter, cubano y profesor de economía de la Universidad de Carleton en Ottawa (Canadá), analizó los 49 años de gobierno a fines de 2010, dos años después de que tomara la posta Raúl Castro. En ese trabajo, Ritter enumeró los 10 aciertos y los 10 fracasos de Fidel.
“Ciertamente hubo errores en la política económica de Cuba desde 1959 hasta mediados de 2008, cuando Fidel Castro se hizo a un lado. Sin embargo, como es bien sabido, Cuba archivó importantes logros a lo largo de estos años en términos socioeconómicos”, escribió en su blog The Cuban Economy. Como cuestiones positivas, Ritter rescató la campaña de alfabetización de 1961; la reorganización del sector de la salud; el rediseño del sistema de educación; la rápida expansión del sector turístico; la prestación de servicios médicos a América Latina y otros países; el haber sobrevivido a la crisis económica de 1989-1993; el haber conseguido apoyo económico de la URSS y de Venezuela; el establecimiento del “Polo Científico” y el desarrollo del sector biotecnológico.
Si bien Ritter enumeró distintos fracasos del régimen de Castro, destacó el que -a su criterio- fue el desacierto más grande: “la abolición de la libertad de expresión”. Esa intolerancia se potenció con niveles profundos de oscurantismo en cuanto al manejo del Estado: se desconoce, por ejemplo, cuáles son los niveles de pobreza de Cuba, pero sí que muchos ciudadanos prefirieron morir en el mar antes que permanecer en la “cárcel a cielo abierto”. La represión de opositores, y la persecución de rivales políticos y homosexuales mancharon al castrismo, cuya promesa de igualdad también chocó contra las comodidades y los privilegios de los que gozó el líder durante su larga vida.
Los “Marielitos”, una jugada maestra
El “éxodo del Mariel” fue una de las recordadas estrategias de Fidel Castro. A mediados de 1980, un grupo de disidentes entró a la Embajada de Perú en La Habana y pidió asilo político. Luego se sumaron miles de cubanos desesperados por abandonar la isla. “Tras un embarazoso tira y afloja, Castro superó la crisis dando permiso para que todo el que quisiera irse de Cuba lo hiciera”, escribió el periodista Jon Lee Anderson. Y agregó: “mientras decenas de botes navegaban desde Miami hacia Mariel para recoger a los emigrantes, Fidel ordenó sacar a cientos de presos de las cárceles cubanas y llevarlos al puerto, donde fueron obligados a abordar las embarcaciones. Se calcula que más de 100.000 cubanos dejaron la isla en busca de una nueva vida en Estados Unidos, entre ellos un número no determinado de los criminales más violentos de Cuba. A las autoridades estadounidenses les tomó un tiempo darse cuenta de lo que Castro había hecho. Dondequiera que los ex convictos ‘Marielitos’ se establecían, los índices de criminalidad se disparaban. Una vez más, Fidel había engañado a sus enemigos a través de una jugada maestra”.